Hoy ha ocurrido lo que temía que sucediera tarde o temprano: llegué al trabajo, puse la mano en el torno… Y no ocurrió nada. No me dejó pasar.
Los guardias de seguridad, acostumbrados ya a mi elegante forma de entrar en el edificio, se acercaron para ver qué pasaba. El biochip no se inició y cuando toqué el sensor, la puerta seguía mostrándome el mensaje de “acceso denegado”. Me vi despojado de mi habitual estilo de vida, pues no podía entrar en el gimnasio, en la oficina, en el coche, en la sala de reuniones ni, irónicamente, en la cafetería donde experimentamos con el proyecto del biochip para pagos instantáneos.
Ya te digo que esta experiencia fue un infierno. Vives tu vida normal y un buen día (quizá no tan bueno) pierdes las llaves de casa y te das cuenta justo al observar la puerta ya cerrada y tu irónico felpudo con el mensaje de “Bienvenido”.
Esto es muy molesto, ¿verdad? Ahora imagina que lo has perdido todo: estás desnudo, sin dinero, indocumentado, sin tu lista de contactos, sin tus datos de acceso para Facebook, Twitter, LinkedIn, VK, Foursquare, banca móvil… ¡Sin nada!
Mientras tanto, todo tipo de tiburones, dóbermans y buitres empiezan a rondarte: el sistema no te ha identificado y no solo pasas a ser un “no identificado“, sino que pasas a ser un alienígena. Eres una persona non grata y nadie escuchará tus súplicas. Esto es, en resumen, el conjunto de sensaciones que he tenido hoy.
Buenas noticias: este es el motivo exacto por el que estamos llevando a cabo el proyecto #BionicManDiary, para identificar fallos y errores en una fase temprana y buscar soluciones adecuadas, claras y simples. De inmediato, organizamos una reunión con los de seguridad para averiguar qué le había pasado a mi chip.
Cabe destacar que ellos también estaban un poco nerviosos. Bueno, desde un punto de vista técnico, la razón del fallo era algo trivial. Cuando se registró el chip en el sistema de seguridad, se asignó un certificado único, o, para ser más exactos, una combinación de certificados. Uno de ellos expiró y el sistema se confundió, lo que inmediatamente invalidó el acceso a todo hasta nuevo aviso (por motivos de seguridad).
Mientras se restauraba mi identidad (suena raro, ¿verdad? No lo será en el futuro, pero, ahora mismo soy realmente el primer cíborg que lo dice, ¡este es un momento de tuit!), anoté los problemas a los que me enfrenté y ahora compartiré los más críticos contigo.
1. No recuerdo los números de teléfono de mis amigos ni de mi familia.
Mi primera intención fue llamar a alguien para pedir ayuda, pero mi memoria se había adaptado a mi nuevo estilo de vida: recuerdo muchas cosas esenciales del día a día, incluida la contraseña de 45 dígitos para el almacenamiento de datos, pero no recuerdo ni un solo número de teléfono, ni siquiera los de mi familia. Mi memoria funciona como una especie de registro: no guarda números de teléfono, sino los directorios en los que se pueden encontrar.
Si el biochip no te da autorización, no tienes acceso a los contactos. Al principio pensé en pedir prestado un teléfono a los de seguridad, pero pronto comprendí que esto sería inútil. Los únicos números que pude recordar fueron los de emergencia: el 911 y el 112 (esto es terrible).
2. Es un completo error retirar el acceso instantáneamente. Debería haber algún tipo de “estado intermedio”, algo así como una “última oportunidad” para obtener acceso.
Comprendí que el planteamiento actual del sistema de autorización no es perfecto. Solo tiene dos estados: “acceso permitido” y “acceso denegado”. Cuando se da el segundo caso, la persona queda totalmente indefensa. El hecho de que me haya sucedido me ha venido bien, pues soy investigador y tuve la suerte de estar en el trabajo, en mi zona de confort, donde pude solucionar el problema sin agobiarme más de la cuenta.
¿Y si le sucediera lo mismo a un usuario de a pie y se le hubiera revocado el acceso a todas sus posesiones, mientras se encuentra en el bosque o conduciendo a casa desde una ubicación remota? Al ser incapaz de acceder a servicios básicos como un monedero de emergencia o una identidad digital que te identifique como, digamos, el propietario temporal de un carné de conducir, una persona no podría ni ir a casa ni a la oficina.
3. ¿Qué sucede si hay un corte de electricidad?
Sería una situación muy extraña y muy poco probable, pero imagina que todos los aparatos electrónicos de la ciudad, el país o incluso del planeta se quedaran sin electricidad. Cientos de miles, millones o miles de millones de personas tendrían el mismo problema que he tenido hoy. ¿Alguien tiene un plan B?
4. Cadena de bloques humana (human blockchain)
De repente, tuve una idea brillante (vale, puedes no estar de acuerdo): en el mundo real, ¿cómo identificamos a las personas cuando las conocemos por primera vez? Nadie nos enseñaría el pasaporte (ni ningún documento legal de identificación). En la vida real, nuestra identidad puede confirmarla la familia, los compañeros de trabajo o algún conocido. Tan solo tendrían que mirarnos u oír nuestra voz.
Esto también sería posible en Internet. Solo se tendría que aplicar la tecnología blockchain al proceso de expedición de la identidad digital.
Así que, si mi identidad formara parte de una cadena de bloques en la que toda operación y toda conexión fuera conocida, la autenticidad de mi persona no sería un hecho, sino un proceso sin fin que ninguna organización verificaría. Cada servicio podría comprobar, en tiempo real, si mi comportamiento es normal comparándolo con los datos guardados en la cadena de bloques y si se trata realmente de mí.