De acuerdo con nuestro reciente estudio, más del 70 % de usuarios activos de Internet se ha planteado dejar las redes sociales principalmente porque, según dicen, invierten demasiado tiempo en las mismas. Yo creo que hay algo más: estas personas sienten que se han convertido en mera mercancía para las corporaciones digitales que no solo les dan contenido, sino también cada vez más a menudo les dicen qué hacer, qué comprar, qué mirar y qué escuchar (y la lista sigue).
¿Realmente somos dueños de nuestras vidas digitales? Muchos de vosotros ya conocéis la amarga realidad: no.
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El usuario particular de un dispositivo digital puede controlar un poco su sombra digital: los datos y metadatos que se generan automáticamente sobre los usuarios conforme visitan páginas web. Las redes VPN, los anonimizadores y los filtros ayudan a reducir dicha sombra, pero ¿qué hay de la parte más visible de tu vida digital? Las fotos, vídeos, pensamientos breves y demás cosas que publicamos intencionadamente y que consideramos propios (nuestras huellas digitales) pertenecen en realidad a las empresas que controlan nuestras redes sociales y a las plataformas multimedia de hospedaje.
¿El vídeo que hiciste ayer con o para tus amigos o familia? En el momento que lo subiste, el servicio de hospedaje (es decir, la web donde lo compartes) obtiene de facto sus derechos de propiedad. Según la legislación del país, podrás prohibir que se continúe compartiendo o solicitar la eliminación del contenido personal, pero nunca sabrás con seguridad si lo han almacena-do en otro lugar (por eso he dicho “de facto” antes de “los derechos de propiedad”; poco importa lo que digan los términos y condiciones de la web.
Básicamente, lo que se sube a Internet se queda ahí para siempre, independientemente del estado de ánimo qué tenías en el momento de la publicación o si de si tienes acceso a tu cuenta. ¿Alguien ha hackeado tu cuenta y ha cambiado la contraseña? ¡Se siente! No tienes la propiedad de tus creaciones digitales ni derecho a obtenerla.
A muchas personas que conozco les parece conveniente. Les gusta vivir en una burbuja de “contenido a medida”, “ofertas especiales” e “historias divertidas de amigos”. Pero también tengo muchos amigos que preferirían dejar de pagar esas cosas a cambio de regalar su libertad a herramientas digitales irracionales, inexplicables, impredecibles y, muchas de ellas, invisibles. Yo también lo prefiero.
Dicho esto, déjame hacerte una pregunta: ¿cuándo fue la última vez que te sentaste con tu amigo o familiar más cercano, mirasteis fotos y recordasteis buenos momentos? Bastante, ¿verdad? Nos hemos hecho tan adictos a las redes sociales que cuando nos reunimos, ya no ojeamos álbumes de fotos (¡ya ni existen!). Los sucesores digitales de los álbumes, los marcos de fotos, no han tenido éxito; ¿por qué preocuparse si se puede subir una foto a Instagram o Facebook?
Así que, en lugar de acomodarnos con amigos para ver álbumes de fotos, vemos a gente en la mesa con un tenedor en una mano y el teléfono en la otra. Además de arruinar la atmósfera y las reuniones familiares, nuestra adicción a compartirlo todo en el momento ha exteriorizado una parte importante de nosotros y, como ya he dicho, hemos otorgado el control a las empresas. Me voy a poner filosófico por un momento: si no tenemos un pasado real, ¿significa que no tenemos futuro?
Al parecer, recuperar la titularidad de los recuerdos digitales no es tarea fácil. Los gigantes informáticos harán lo posible por tenerte agarrado. ¿Y quién ha dejado huellas digitales en un solo servicio? Muchas personas han ido dejando recuerdos en alguno que otro.
Have you ever felt trapped in social networks? What if I told you there was a solution? https://t.co/fUM1oqFuiD #socme #socialmedia pic.twitter.com/UPXZUTG44s
— Kaspersky (@kaspersky) November 15, 2016
Mientras trabajamos en el concepto de FFForget, el cual planeamos abrir al público en 2017, hemos probado las API de cuatro redes sociales: Facebook, Twitter, Instagra, y Google+ y hemos descubierto que los usuarios pueden (por ahora) recuperar sus cosas mediante una copia de sus momentos digitales desde estas redes y almacenarla en una caja fuerte cifrada e inaccesible. Una vez han recuperado el contenido digital, los usuarios pueden hacer lo que quieran con él y con sus cuentas: otro paso hacia la independencia de las grandes empresas informáticas.
Creo con firmeza que recuperar el contenido personal digital es un paso hacia un futuro en el que el modelo actual ya no será válido. En este futuro, la propiedad de los derechos será totalmente de los usuarios y estos controlarán del todo su contenido. Ese es el tipo de futuro en el que quiero creer.