Cada vez que hables sobre cómo Internet provocó la gran revolución de los principios de la transmisión de datos y de la seguridad de la información, asegúrate de recordar una cosa. Ha habido revoluciones anteriores, que fueron comparables a Internet en términos de magnitud. En este contexto, muchos hacen referencia a la prensa escrita y otros a la radio o a la televisión.
Sin embargo, al hablar de este tema sería más justo recordar al telégrafo. El telégrafo fue la primera tecnología que literalmente permitió la transmisión de datos, y el telégrafo eléctrico hizo uso de la señal eléctrica por primera vez con el mismo propósito.
Hoy día puede parecer extraño, pero la habilidad de acelerar radicalmente la transmisión de datos no fue apreciada inmediatamente. Las compañías de telégrafo tuvieron que invertir mucho tiempo y esfuerzo para demostrar a los demás el valor de esta solución a los demás.
Así que, ¿cuáles son los problemas de seguridad de la información que la gente resolvía en la época de oro del telégrafo? ¿Cuáles fueron los fenómenos que el telégrafo ayudó a crear en ese entonces? ¿Y cuáles siguen existiendo hoy en día?
El fenómeno del operador de comunicaciones y la vigilancia del gobierno
El mensaje no volvió a ser atribuido a cualquier copia impresa. Los contenidos se volvieron efímeros: después de todo, las señales no puedes guardarlas en el bolsillo. Pero al mismo tiempo, el mensaje podía registrarse físicamente a ambos lados del cable, como los informes de entrega y formas mensajes.
Por otro lado, si hablamos del telégrafo como servicio comercial, fue entonces cuando se creó el fenómeno del “operador de comunicaciones”, un proveedor que tiene acceso a las comunicaciones de los clientes. Por supuesto antes del telégrafo estaba el correo, que también podía tener acceso a los mensajes de los usuarios, pero los carteros no necesitaban leer el contenido de las cartas para operar de manera efectiva. Con el telégrafo, esta “interceptación” era esencial.
Fue entonces cuando el nuevo requerimiento, tan conocido gracias a los sistemas de SORM (Sistema de Actividades de Investigación Operativa) o PRISM (programa de vigilancia confidencial) surgió: algunos países obligaron a las compañías de telégrafos a almacenar el historial de mensajes para que la policía pudiera examinar a aquellos que tuviera que investigar.
Interceptación y esteganografía
Si el proceso de interceptar clandestinamente una carta sin dejar huella requería una gran habilidad, en un principio el cable telegráfico estaba expuesto a la interceptación oculta. En los comienzos del servicio del telégrafo, los gobiernos prohibieron el cifrado, y eso fue lo que impulsó al desarrollo de la esteganografía, o el principio del cifrado de mensajes, haciéndolos parecer simples textos.
Estos mensajes empleaban señales mejoradas (como “Señor, su equipaje y su tartán le esperarán en la estación” donde “tartán” se usaba en lugar el nombre del caballo ganador del derby en 1840) y otros esquemas sofisticados.
Por ejemplo, en la época del telégrafo óptico, hubo un caso donde un grupo de banqueros sobornó al telegrafista para que dejara ciertos errores tipográficos en el mensaje con el fin de transmitir mensajes cifrados sobre la bolsa de valores.
Como parte del esquema, los banqueros vigilaron en secreto el semáforo del telégrafo en la conexión de París a Toulouse para obtener la información importante tanto de manera cifrada como inalámbrica. Así de fácil era en aquellos tiempos.
Hackers vs. Policía: carrera armamentística
Actualmente, existe una infinidad de historias sobre “hackers” que han tenido éxito al explotar las vulnerabilidades menos probables, o al contrario, criminales descuidados que no han tenido éxito y han dejado rastro y por lo tanto han sido descubiertos.
Con el telégrafo, la gente se tuvo que adaptar al hecho de que cualquier mensaje podía ser entregado instantáneamente a larga distancia. La historia mencionada anteriormente sobre el tartán (tela escocesa) es un caso fascinante, no solo por la cifra empleada por los interlocutores. La casa de apuestas ni siquiera consideró la probabilidad que la transmisión de datos funcionara tan rápida a través del telégrafo.
Es algo similar a la realidad actual, esta nueva tecnología favoreció a los estafadores y a la policía. Uno de los casos que más impresionó y motivó a los gobernadores a aprobar el uso del telégrafo a gran escala fue un simple caso de la captura de un ladrón de trenes.
Fue absolutamente elegante: el ladrón fue capturado en la siguiente estación junto a la vía, mientras el mensaje que hablaba de él era transmitido a través del telégrafo. Anteriormente no había manera de que la policía o la administración de la estación de tren enviaran un mensaje más rápido que la velocidad del tren.
El código binario
Después, el telégrafo empleó el código Morse, que se basaba en la utilización de señales largas (puntos y rayas) para cifrar letras y números. Eran los “unos” y “ceros” de aquel entonces.
Sin embargo, el código Morse no estaba basado en el sistema binario y no sobrevivió a la migración de la comunicación analógica a la digital. Aún así, fue el código Morse el que fundó los principios del uso de señales simples y fáciles de distinguir para cifrar mensajes.
Era suficiente sólo con comprender las propiedades, capacidades y lógica del sistema binario para poder convertirlo en la base de principios de la informática en la actualidad.
Retención de mensajes
En 1870, cuando el gobierno dejó de controlar tanto el tema del cifrado, se creó el llamado “sistema de cifrados comerciales”. De hecho solo eran glosarios con palabras en clave para combinarlas y crear frases o incluso enunciados.
Estos cifrados fueron elaborados por ciertas organizaciones o empresas para gestionar sus propias necesidades de comunicación, y también se vendían para uso general. No garantizaban ninguna protección de incumplimiento, pero ayudaban a hacer que los mensajes fueran menos explícitos y no estuvieran expuestos a todo el mundo.
Pero ya que las palabras en clave solían representar una combinación aleatoria de letras, los telégrafos cometían errores frecuentemente. En 1887, un hombre envió un mensaje a su compañero de trabajo: “he comprado todo tipo de lana, 50.000 libras” que fue cifrado como “BAY ALL KINDS QUO” (en español, BAHÍA DE TODO TIPO). El telegrafista cometió un error y cambió una letra, de manera que el mensaje se leía como “BUY ALL KINDS QUO” (en español, compra de todo tipo), el cual fue interpretado como “compra todo tipo de lana, 50.000 libras”.
Cuando se descubrió el error, los compañeros tuvieron que vender el superávit rápidamente; el mercado cayó y las compañías perdieron mucho dinero. Nunca pudieron demandar a la compañía de telégrafos. El único coste que pudieron recuperar fue el del propio telegrama. El caso lo llevaron hasta la Corte Suprema para descubrir al responsable.
Para evitar que el mensaje tuviera errores como éste, se utilizaba la suma de verificación: ayudaba a verificar que los dos archivos coincidieran. En ese entonces, las compañías de telégrafos cobraban un suplemento por el servicio de verificación, independientemente si los mensajes recibidos coincidían o no.
La historia de cómo el telégrafo influyó en la infraestructura de la IT moderna y en la seguridad de la información
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La última compañía de telégrafos que empleó una infraestructura “eléctrica” tradicional fue BSNL, en la India; que dejó de operar en 2013. El servicio estadounidense de Western Union dejó de enviar telegramas incluso antes. El telégrafo renunció a su rol de infraestructura de comunicación crucial hace mucho tiempo.
Sin embargo, el papel que representó y las lecciones que enseñó, se merecen una reverencia. El libro de Tom Standage, en el que nos hemos apoyado para escribir este post, se refería al telégrafo, y con justa razón, como “el Internet Victoriano” (en español, el “The Victorian Internet“).